Desde hace más o menos un mes que me dedico, todas las mañanas, a cruzar Granada andando hasta llegar a la otra punta de la ciudad (literalmente) y volver a mi casa. De una hora y media a dos horas de ejercicio. Por supuesto aprovecho para visitar las tiendas del otro extremo a las que no suelo ir y curiosear los nuevos parques y calles de reciente construcción. A la vuelta me dedico a hacer los recados del curro o la compra en el supermercado de al lado de mi casa.
Acababa de terminar uno de estos menesteres cuando vi a un chico que estaba abriendo una pequeña floristería justo cuando yo pasaba por delante. Me detuve a preguntarle si las "plantas carnívoras" eran útiles en lo referente a deshacerse de las hordas de mosquitos que nos atacan por las noches. Él me comentó que eran adecuadas para moscas e insectos de ese tamaño, pero que lo mejor para los mosquitos era tener en el dormitorio una planta de Albahaca, ya que por lo visto estos insectos no soportan su aroma. Pregunté el precio: era poco y un nuevo ser vivo entró en mi vida.
Bichos sigue habiendo: estamos en pleno verano, incluyendo una araña que se dirigía decidida hacia mi planta con la clara intención de montar su telar en la misma y a la que despaché con un aerosol de colonia. Pero sí que desde entonces no me ha picado ninguno de esos asquerosos dípteros.
Y así somos felices los dos. Yo la despierto con un apetitoso desayuno de sol y ella me llena de verdor la esquina que da a la ventana. Por las tardes, cuando el calor aprieta le doy un generoso baño de agua y después me preocupo de quitarle el exceso. Le podo las hojas secas o las que presentan manchas de sospechosa procedencia y ella me protege por las noches no dejando que ningún parasito se acerque a mi vera. Sí, lo nuestro es amor. Me han dicho que duran poco... pero mientras ella esté aquí los dos viviremos dichosos.