25 de julio de 2006

Aires de España



En mi trabajo de Londres predominaban los sudamericanos, en especial la gente de Brasil. Supongo que se debía a que el dueño estaba casado con una y tenía como amante a otra, ambas naturales de allí. Eran gente buena, que apenas dormían cinco horas al día y que tiraban con cuatro o cinco trabajos por horas que le ocupaban toda la jornada.
Solo Andrés y yo eramos de España. Andrés vivía en Valencia y había ido a Londres siguiendo a su pareja que era de allí. Había dejado un trabajo en España que no le entusiasmaba pero que se le daba bien y le había proporcionado algunos ahorros para ir tirando ahora sin mucha dificultad.
Andrés era (es) homosexual. En un mundo perfecto esta cuestión se podría obviar, pero como este no lo es... Se resistía a contármelo, pero cuando salíamos de cervezas por el Soho no me secundaba en mis aproximaciones al sexo femenino ingles, y aquello resultaba sospechoso, sobre todo viendo la disponibilidad aparente de la chicas de esa ciudad. Me había hablado de su exnovia, así que aquello despistaba las posibles sospechas.
El caso es que daba gusto poder hablar con alguien tres palabras cuando esperábamos para entrar, sin tener que pararte a explicar el significado de cada una de ellas. Y es que los brasileños hablan un portugués muy clarito, pero a fin de cuentas sigue siendo otro idioma. Conversábamos muy a menudo sobre las cosas que nos había llevado allí y con él podía irme de cervezas o tomarme un capuchino con un muffins a la salida del curro. Incluso un día fuimos juntos al museo de Historia Natural (en la foto). En fin: trabajamos codo con codo en la misma planta del H & M durante tres meses, hasta que lo echaron por llegar tarde... la culpa fue del tren que vino con retraso y le jorobó el horario, pero eso no detuvo a la puta de la supervisora (... la amante que les comentaba antes...).
Para sustituirlo contrataron una chica china que se llamaba Xing Ha. Hicimos muy buenas migas y quedábamos a menudo para charlar. Como no tenía ni idea de español ni yo de mandarín teníamos que buscar las palabras en ingles y eso estimulaba el aprendizaje... pero aun así no era lo mismo.
Una semana antes vino Joan. Catalán, simpático, reservado y seguidor de una religión un poco... curiosa, al menos para mi. Tenía una vida un tanto errática, lo que se suele llamar "un culo de mal asiento": nos hicimos amigos enseguida. No salía con él tanto como con Andrés, pero de vez en cuando nos tomábamos un helado mientras me contaba su visión del mundo y su dedicación por las buenas obras. Yo en cambio le advertía de que no perdiera el tiempo intentando evangelizar a la puta de la supervisora porque esa era terreno baldío. Nos había tirado los tejos a todos los que teníamos pasaporte europeo y se había acostado con varios de ellos... pero después iba de virgencita por la vida... y encima había dejado a su marido tirado en Brasil. El día antes de irme me regalo un libraco... yo soy muy agradecido para estos regalos, aunque me extrañó un poco que llevara escrito unos dos siglos y que pusiera a los Papas a bajar de un burro.

En Londres me hizo falta tratar con más gente del lugar para pulir mi ingles, pero a menudo agradecía esos aires de España que me traían estos compañeros de viaje.