22 de junio de 2007

VIOLENCIA, tan solo violencia...

Ricardo se agachó como para atarse un cordón. Palpó el arma y la extrajo delicadamente de su funda, un movimiento natural. Introdujo la mano con la pistola en el bolsillo de su cazadora acelerando el paso, conocía esa zona e iba a llevarlo a su terreno.
-Hola, Piolí. -dijo con sus costillas ante el cañón.
El otro ladeó la cabeza para mirar lo que le presionaba, después se fijó en él.
-Aquí cerca hay un bonito callejón. Ve delante, tengo que decirte cuatro cosas en privado.
Tiraron por una desviación a la derecha y luego de nuevo hacia el mismo lado. A diez metros se levantaba un alto muro, no había ventanas ni puertas. Lejos quedaba el ruido de la ciudad.
Le empujó hasta el fondo, obligándole a que abriera los brazos y las piernas, no llevaba armas de fuego. Le sintió una navaja en el bolsillo trasero, y allí la dejó.
-¡Vuélvete! -mientras se lo ordenaba, fue dando lentos pasos hacia atrás. A la altura de unas caja se quito la cazadora y mostrándole su pistola, apretó el botón de la empuñadura que liberaba el cargador, para dejarla, a continuación, sobre su chaqueta.
En su espalda, sostenidos en un extremo por el cinturón, estaban los dos bastones de tam-bo que tanto amaba. Sentía un respeto casi místico por ellos. El respeto que le hizo robarlos de entre las pruebas de la policía. No podía permitir que le arrebatasen el arma perfecta para la venganza.¿Cómo confiarles algo cuando lo dejaban descuidadamente al alcance de cualquiera? No fueron capaces ni de retenerlos durante unas horas.
Se los mostró, el otro parecía comprender lo que deseaba y sacó la navaja.
-Esto es personal. -fue lo último que le dijo antes de lanzarse contra él.
El asesino de Amaya trazó un arco a la altura del estómago. Ricardo se echó ligeramente hacia atrás y metió las tripas. Al final del recorrido giró la muñeca enfrentando de nuevo el filo pero hacia el cuello.
Se encontraba en una postura incómoda y con poco equilibrio, así que se agachó incando las rodillas en el suelo. Y entonces, como mil veces años atrás, le asaltó la locura. Locas figuras danzaron a su alrededor gritándole para que les acompañara al infierno. La calle desaparecía de su vista, nada se imprimía en su retina, tenía el alma borracha con la imagen de Amaya. Podía verla intentando chillar mientras le tapaban la boca... y el bastón derecho le partió una pierna a su oponente, destrozando tibia y peroné.
Amaya siendo sujetada por Rubio mientras este la penetraba. Y el bastón derecho le rompió las rótulas.
El pálido la cogía por los brazos y Rubio la violaba. Golpe doble en la parte inferior y superior del vientre. Sintió como estallaban los intestinos, el bazo y el hígado.
Amaya llorando y gritando su nombre mientras le rasgaban la Vagina. Redoble en las costillas, destrozando el lateral izquierdo de la víctima y debajo su pulmón, estómago y corazón.
Ya en pie, como a través de una ranura entre sus pesadillas, miró su muertos ojos y le partió el cuello.
Pero Amaya seguía gritando mientras la torturaban.
Y golpeó.
Amaya gritaba. Y le golpeó.
Otro grito. Y otro golpe.
Un disparo al corazón de su amiga... y le reventó la cabeza al cadáver.

(BIOESTIMULINA)

2 Comments:

At 6:23 a. m., Blogger cieloazzul said...

uff Caña....
me has dejado temblando de angustia...
que decir??
besos..

 
At 6:30 a. m., Blogger LA CAÑA DE ESPAÑA said...

Sin miedo... es sólo literatura.

 

Publicar un comentario

<< Home