12 de mayo de 2008

EXTRAORDINARIOS ANIMALES

La primera vez que vi una vaca, fuera de la TV, claro está, tendría yo nueve o diez años, cuando el colegio nos llevó de visita a una granja. Esto no debería ser extraño, pero en la actualidad hay niños que no han visto una en su vida, ni la verán, de vivir en países como Japón, por ejemplo, en donde el espacio es un bien tan escaso que vale más criar aves o pequeños roedores si se quiere consumir carne.
Con seis vi una ardilla enjaulada en una pajarería. Sé que tiene que haber en Granada puesto que te encuentras a veces alguna muerta a los pies de un árbol, en los parques. Las ardillas son animales muy nerviosos y asustadizos. A los ratoncillos suelen ponerles una rueda en la jaula para que la hagan rodar, esta utilizaba todo el espacio ejercitándose, corriendo a gran velocidad por las rejas de las paredes y techo. En algunos parques de otras ciudades se te acercan hasta las manos y curiosean entre tus dedos buscando algún fruto seco, como la de la foto.
He visto zorros en libertad dos veces en toda mi vida. Durante la época universitaria solía salir con un amigo con coche. Todos los fines de semana lo aprovechábamos para hacer algún pequeño viaje, aunque fuera a la costa, y dar vueltas por la ciudad. En la carretera que lleva a la estación de esquí hay pequeños hoteles con cafeterías muy bonitas, una noche decidimos subir buscando alguna que estuviera abierta. En la profunda oscuridad nuestros focos descubrieron dos preciosas figuras que atravesaban la carretera, me gusta pensar que eran macho y hembra. Al poco, y dado que todos los lugares que vimos estaban cerrados, dimos la vuelta para regresar volviendo a cruzárnoslos: debían de haber ido a beber agua de algún manantial o estaban haciendo un rápido reconocimiento de su territorio. El segundo fue en nuestro jardín de la casa de Londres. Vivíamos junto a las vías del tren y al estar valladas estas era un lugar relativamente seguro para él. Había entrado para husmear entre las matas algo de comida. Más que un animal salvaje parecía un perro callejero de cuerpo famélico, mirada huidiza y con la piel cubierta de escaras entre los pequeños islotes de pelaje. Una imagen sumamente triste.
Pero la visión tal vez más increíble para mí ha sido la de los defines. Claro que los he visto a veces: he visitado zoológicos con piscinas y el acuario de Barcelona, pero estos se presentaban en libertad todos los veranos en las zonas costeras de Granada. No son como los que salen en las películas americanas de dos metros de largo y piel celeste; aquí son pequeños, de un metro y medio máximo, cuerpo regordete y piel gris oscura. Durante los tres años que trabajé en un parque acuático pude observarlos. El primero sólo los vi de refilón cuando desfilaron ante la costa saltando majestuosamente fuera del agua. El segundo tuve la oportunidad de verlos cazar: dos se separaron de la manada y trazaron un amplio círculo hasta quedar enfrente a unos 25 metros de distancia, y entonces empezaron a saltar asustando a los peces en dirección al resto. Por un momento el agua se volvió turbia ante los nerviosos aleteos de cazadores y presas. En el último verano no los había visto ni una sola vez. Ese estío fue en el menos trabajé, apenas un mes y medio. Llegué en julio, cuando la temporada empieza en junio, porque quería terminar un curso y me fui junto al mes de agosto, sin esperar a septiembre, a causa de un trabajo fijo que me ofrecieron en la capital. Curiosamente aquel último día solo podía pensar en que aquel año no los había visto. Para mí era como un raro presagio, un mal augurio si queréis. Y de pronto, desde la alta torre de los toboganes de agua en la que me encontraba en ese momento, los ví remolonear en el mar, seguidos por curiosos en lancha: seguro que no saben los peligrosísimos cortes que le hacen las hélices en sus delicadas pieles y lo ruidosos que son esos motores para sus afinados oídos. Os podréis imaginar la inmensa alegría que me embargó. Fue algo así como mi despedida de ellos ya que aquel iba a ser, con toda seguridad, mi último año en el parque.

A parte: me he cruzado con serpientes, he dormido en una litera con dos tarántulas en el techo a un metro escaso de distancia de mi cara y he sido atacado por una asquerosa rata... pero esas son experiencias menos gratas para contar.

3 Comments:

At 6:27 p. m., Blogger Bowie said...

Pasé un verano en EEUU, en los Apalaches de Carolina del Norte, y me fascinaba la fauna local: ardillas enormes, revoltosas, escarabajos-buey rojos, todo tipo de hormigas...

aunque mi animal favorito sigue siendo el perro, me encanta cómo puedes interactuar con ellos

va el abrazo

 
At 6:38 p. m., Blogger LA CAÑA DE ESPAÑA said...

¡Jooooooooope! ¡Los Apalaches!: ¡Qué envidia, caval!
Interactuar dices... jeje, ya me imagino como tú interactuas con el sofá mientras el pobre chucho interactua trayendote las zapatillas... jejeje.
Un saludo

 
At 10:03 p. m., Blogger Waiting for Godot said...

Con lo de los delfines me habías robado el corazón, pero luego me rematas con una rata que te ataca y me dejas con una mala sensación :S

Besos.

 

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