12 de marzo de 2009

Algo huele a podrido en Dinamarca

El otro día discutía con mi hermana la supervivencia de los blog. Mi hermana es experta en documentación y biblioteconomía, así que algo sabe sobre el tema, aunque creo que nunca se le ha pasado por la mente meterse en este mundillo de los blog de forma personal y dedicarse a comentar sus pensamientos en público (debe ser que el “gen exhibicionista" se transmite sólo en la rama masculina de la familia). Hay “expertos” que vaticinan el final de esto. Nunca he creído en los oráculos: si hay alguien que sabe lo que va a pasar ¿qué coño hace dando conferencias y escribiendo sus visiones en vez de irse a un local de apuestas y forrarse adivinando caballos ganadores, resultados de partidos y números de loterías?… que es lo que haríamos la gente sensata si poseyéramos realmente esos dones. Una buena “manta palos” es lo que le daría yo a esos sabiondos de boquilla, pero…
pero…
pero…
... pero es cierto que cada vez noto que mis colegas dejan pasar más tiempo entre actualización y actualización, que muchos amigos y amigas han cerrado sus respectivas páginas y que cada vez son menos los que comentamos en las páginas que visito con asiduidad. Por supuesto también tengo que reconocer que ya lejos quedan esos días en los que me tiraba horas buceando en blogger a la búsqueda de nuevos diarios con los que saciar mi curiosidad, que ya casi no visito ningún blog trasatlántico y que muchos de mis colegas han dejado de visitarme tras comprobar que ya no les devolvía los comentarios en sus respectivos lugares. Así que la culpa puede ser mía, o de facebook, o de la crisis económica, o del gobierno (como se suele decir): no sé.
Parece ser que la moda ha pasado. Aunque yo no entré por moda sino porque me metió el “gusanillo” un amigo, ni comento por compromiso sino por cariño, ni escribo por trabajo sino por deseo... y ¡qué puñetas! nunca he seguido las modas.
Así que aquí estamos... hasta que nos apetezca o nos cierren el chiringuito.