23 de junio de 2009

Increible

La otra noche nos fuimos a realizar “psicofonías” a las trincheras que hay en la Alfaguara. En esa serranía de no mucha altura hay restos fortificados de la Guerra Civil española en la que se suponen que perecieron muchos combatientes y que eso ha traído una gran concentración de almas en pena rondando esos lares.
Por supuesto mi único propósito era alejarme de esta calurosa ciudad que me mortifica por las noches. Cuanto más lejos y más tarde me mantenga de mis tórridas sábanas: mejor. Y es que este ardor no lo provoca la compañía de una fémina, sino el puñetero estío que me maltrata sin piedad, con alevosía y nocturnidad.
Salimos de Granada alrededor de las 11 en el auto, llegando a la base de las lomas en donde se enclavan las construcciones al filo de la media noche. Nuestros pertrechos eran escasos, apenas un par de jerséis para los cuatro que íbamos por si hacía frío, tres linternas, dos cámaras de fotos y dos grabadoras digitales.
Las sombras que creaban nuestras luces en la vegetación unido al sentimiento de soledad absoluta y sumado a los ruidos propios del campo crearon la atmósfera adecuada a nuestros propósitos, la de mis tres compañeros: grabar sonidos de ultratumba, la mía: divertirme observándolo todo.

(¿Continuará?)