Una chica preciosa y muy inteligente que conozco opina que los hombres más atractivos del mundo son los hindúes. En realidad, tras un breve momento de hiriente dolor en mi amor (patrio) propio, estoy de acuerdo. No en cuanto a los hombres, que en realidad poco me importan, pero sí en lo bellas que son sus mujeres.
Me he tragado películas como “Bodas y prejuicios” (Bride & Prejudice), y mira que me gustan muy poco los musicales y que la historia original –Orgullo y prejuicio- me parece ridículamente cursi, sólo por ver a Aishwarya Rai; y hace poco he visto “The Other End of the Line” sólo para poder disfrutar de la belleza de Shriya Saran.
Pero, tal vez, mi experiencia más viva y, por desgracia, vergonzosa, sea en un vagón de metro hace unos años. Entre aquella atestada multitud de personas resaltaba el rostro sereno de una mujer, claramente hindú, en el asiento de enfrente. Ella hablaba con una amiga, posiblemente del “tío petardo” que no le quitaba la vista de encima, y no giró sus preciosos ojos hacía mí ni por un solo momento.
Salvando la belleza de mis amigas venezolanas, cuyas compatriotas ganan un año sí y otro también el concurso de Miss Mundo y de, mi amada, Elle McPherson, yo os puedo hablar de una compañera de trabajo, que tuve, china o de unas compañeras de curso japonesa y brasileña (las tres de muy buen ver) o de la vecinita de cuarto barcelonesa o de la vasca (nada que envidiar a las anteriores) en Londres o de mi amor de universidad: una andaluza alta, vigorosa, pelirroja natural y que despertaba la pasión allí donde íbamos…

… pero no consigo olvidarme de aquellos ojos en un vagón hace cinco años.


P.D.: por cierto, respecto al tema de que no comentáis aquí todo lo que yo quisiera he encontrado esta imagen en internet que representa claramente mi opinión.