11 de febrero de 2010

LA PERSISTENCIA DE LA MEMORIA

Os voy a contar una historia que a mí me contaron como verídica pero que, sin embargo, por mucho que la he buscado no he conseguido encontrarla, así que, temiendo que se perdiera entre los olvidos de la memoria, me he decidido a transmitírosla.
Antes, para los insidiosos de internet, esos que bucean en la red buscando buenos y malos con los que saciar su insaciable sed de insultos y menosprecios para el prójimo, aclararé que este es un simple relato histórico: no ensalza (ni menosprecia) a su protagonista.




A finales del siglo XIX los transportes distaban mucho de lo que conocemos hoy en día. El simple trayecto desde una ciudad hasta la localización, convenientemente alejada, de una prisión, con aquellos caminos de tierra y barro y en aquellos carros tirados por animales, se podía convertir en un infernal viaje de horas o incluso días. Es por esto que el director de cualquier presidio debía vivir junto al mismo, en alguna casita dispuesta a tal efecto, para que pudiese acceder a su trabajo a diario.
La costumbre hace el descuido y, a veces, la familia de este se paseaba imprudentemente entre aquellos criminales.
Eran otros tiempos, como dije al principio. No se estilaban los apodos amenazantes entre los condenados, si acaso algún mote de pueblo: “el Rubio”, “el Tiznao” o similares. Que hubiese uno al que todos conocían como “Tiburón” era señal inequívoca de que aquel era una bestia sin moral ni escrúpulos al que nada importaba la vida ajena, ni la propia, si se terciaba.
Un día el hijo del director de la prisión en la que se encontraba preso Tiburón, cuando paseaba por la misma, se cruzó con él. El criminal se acercó al pequeño y le dijo:

-Dame un beso.

A lo que el niño respondió inocentemente plantando dicha caricia en su mejilla y siguió paseando.
Cuentan que poco después hubo un motín en dicha prisión. Enseguida tomaron al director como rehén y estaba claro que su siguiente paso iba a ser matarlo. Pero entonces, sorpresivamente, Tiburón, que apenas se había dirigido hasta entonces al resto de los presos dijo:

-Al director ni tocarlo.
Aquello no sonó a sugerencia sino a orden y más les valía seguirla si querían sobrevivir alguno de aquellos amotinados.

Algún tiempo después de sofocada la revuelta, este señor fue a ver al preso para agradecerle dicho gesto, consciente de que le debía la vida. A lo que Tiburón respondió:

-No, si que a usted lo matasen o no me daba igual. Pero su hijo es la única persona que me ha besado en mi vida, y por lo tanto no podía permitir que se quedase huérfano.




Aquel niño se llamaba Millán Astray, y ya de adulto fue el creador de la Legión Española.


(Escrito en Granada
a 11 de febrero del 2010
por Guillermo Burgos
fiel al relato del que le
hizo participe su padre
Don Felipe Burgos)

4 Comments:

At 11:36 a. m., Blogger Miguel said...

No se si será cierto
o es una historia que creó el vulgo
Los ambientes carcelarios te distorsionan el sentido moral,
para vivir también hace falta el afecto
y sobre todo en esa época cuando los carceleros tenía una visión muy particular sobre las personas, sobre su vida
De cualquier manera , quién le iba a decir a ese niño , a su vida futura, que cuando se le fuera la inocencia su razonamiento principal sería un
¡viva la muerte!
Un saludo

 
At 2:42 a. m., Blogger LA CAÑA DE ESPAÑA said...

Estimado amigo en este mundo de los blog:
Ciertamente Millán Astray participó en todo ese gran error que fue la Guerra Civil Española. Y no fue error por defender (ambos bandos) sus ideas políticas por encima de la vida de los demás y no fue error por ser una "guerra" (y mira que odio las guerras y las muertes), fue un error porque se superaron ambos límites: el de luchar por tus ideas y el de no saber hacerlo fuera del campo de batalla; los superaron permitiendo acciones criminales, fusilamientos indiscriminados, "paseíllos" de tiro en la nuca, venganzas ocultas...
Y encima está el enfrentamiento con Unamuno a cuento de la legitimidad o no del alzamiento militar. Dos cabezotas no dispuestos a ceder. Millán defendiendo la "muerte" y Unamuno menospreciándola (a sabiendas de que eso le cabrearía).
Incluso está la legión. Ese oscuro cuerpo del ejército capaz de las mayores hazañas y de las peores villanías.

Pero mi historia no iba sobre buenos ni malos, sino sobre personas y situaciones... y si di el dato de su protagonista fue para darle credibilidad a esta historia.
Ya lo dije al principio
"este es un simple relato histórico: no ensalza (ni menosprecia) a su protagonista".
Un saludo.

 
At 11:10 a. m., Anonymous Amor said...

Unamuno, un cabezota.
Vale, ya he visto todo lo que tenía que ver hoy. Puedo acostarme tranquila.

 
At 10:32 p. m., Blogger LA CAÑA DE ESPAÑA said...

Lo he encontrado en internet:

www.maalla.es/Libros/Millan%20Astray%20Legionario.pdf‎

 

Publicar un comentario

<< Home