16 de julio de 2010

El insinuante guiño de las enfermeras.

El mejor oftalmólogo del mundo en la época de la posguerra era español y se llamaba Castroviejo. Este se había marchado a Estados Unidos a fin de lograr más fondos para sus investigaciones. Mi padre consiguió una beca para estudiar con él en Nueva York algún tiempo después de terminar la carrera.
Todas las mañanas, cuando mi progenitor acudía a su clínica en "La Gran Manzana", las enfermeras le guiñaban un ojo nada más verle aparecer. Él era médico y joven, pero nunca había ido de "Don Juan" por la vida, así que aquel continuado gesto le llamaba bastante la atención.
¿Serían aquellas efervescentes chicas norteamericanas muchísimo más liberales que las españolas? ¿Se estaban insinuando descaradamente? ¿Era esa la causa de esta amable actitud hacia mi padre?
La respuesta le llegó poco después: se había establecido la costumbre entre los empleados de no saludarse verbalmente por las mañanas para no interrumpir el trabajo y el trato con los pacientes con continuos “Good Morning”. De modo que este saludo se había transformado en un silencioso guiño cuando se veían al comienzo de la jornada.