11 de septiembre de 2010

Knocking on the heaven's doors


Vale, estamos de acuerdo todos: el clérigo ese evangélico que anima a sus seguidores a hacer barbacoas con el corán está ido de la “pelota” (o es un “actor de método” que no veas…). Pero… lo que realmente me preocupa es otra cosa. En las protestas en el mundo islámico se ha visto a la gente animando a un chaval a orinarse en la bandera de EE.UU. y después meterle fuego. La misma bandera en la que envuelven los cadáveres de sus soldados cuando los devuelven a casa, o el de un policía, bombero o cualquier otro héroe muerto en acto de servicio, la misma bandera que entregan a sus padres, la misma que preside todos sus actos y a la que juran fidelidad… y a nadie le preocupa la reacción de sus ciudadanos.
Si algún imam fanático, de esos que tenemos en España como setas, dijera de hacer barbacoas con la biblia (que seguro habrán hecho): no pasaría nada. Se reunirían cientos de beatas vestidas de negro en las parroquias para rezar, el Papa llamaría a la calma y tal vez algún líder musulmán hablaría pidiendo disculpas; pero ¡ya está!
El mundo no puede estar atemorizado por el fanatismo. No se puede consentir que un imbécil salga en las televisiones explicando cual es el método adecuado de golpear a tu esposa o el “honor” que hay que lavar ejecutando a una mujer a pedradas, o que se proclamen sentencias de muerte porque un escritor ha creado un libro cuyo contenido no es de tu gusto (¡mierda de censura! Que eso ya se acabó).
No creo que nadie se pueda quejar de cómo están las cosas en España. En Granada, por ejemplo, tenemos un movimiento político pro islámico y se han llegado a utilizar monedas de tradición y nombre árabe “paralelas” (no de curso legal) en ciertas zonas de la ciudad. Y somos de los países que más apoyamos causas afines al mundo musulmán (Sahara occidental, cooperantes españoles, “flotilla de la libertad”…)
Quedará camino todavía, a buen seguro. Así como, a muchos de ellos, les queda el tema pendiente de la integración en nuestra sociedad. Pero terrorismo no. Ya es hora de que hablemos claro de nuestra oposición a esa violencia que hace más de seis años mato a 200 personas, destrozó a 2000 y fracturó el corazón de más de 24 millones.