19 de enero de 2011

No soy pesimista, es que me pica el cu.


Hace unos años unos imbéciles le quitaron el freno, en plena noche, a una máquina que los obreros habían dejado aparcada en unas obras en el Albaicín. Como aquello era una pronunciada cuesta el volquete cogió velocidad e iba camino de arrollar a alguien o destrozar alguna vivienda. Gracias a dios volcó y se detuvo su caída antes de que hubiese algún muerto. En la edición digital del periódico de hace unos días esos mismos imbéciles ponían comentarios ofensivos riéndose del resto de los ciudadanos y diciendo que lo volverían a “acer”. Seguramente si pasaran más tiempo leyendo y aprendiendo su idioma se les quitarían las ganas de jugar con las vidas y propiedades de los demás. Y no es por falta de recursos, porque ordenador y conexión a internet parece ser que tienen.
Hace varios millones de años unos mustélidos (animales parecidos a las ratas pero más grandes) se hicieron nocturnos para sobrevivir a la voracidad de los dinosaurios. Esto le obligo a su genética a evolucionar a pasos agigantados: su cerebro primitivo debía, ahora, poder memorizar rutas complejas hasta los alimentos, el agua y zonas peligrosas guiándose por olores y por la distancia aproximada, ya que la vista era un sentido poco útil en la oscuridad. Y cuando los dinosaurios desaparecieron tuvo que volver a evolucionar para recuperar el sentido espacial que le proporcionaban sus ojos. Ese animalito fue el antecesor de todos los mamíferos, desde la vaca al hombre, pasando por los delfines o los murciélagos. Y por esa mente superdesarrollada es por lo que ahora los mamíferos somos los animales mas inteligentes de este planeta; más que los peces, las aves o los reptiles.
Y sin embargo el hombre, el más inteligente de todos los mamíferos, se empeña en utilizar el resto inútil de su cerebro primitivo: la parte que siente placer con las demostraciones de fuerza y destrucción.

¿Cómo se convence a un imbécil para que utilice todo su cerebro?