De perdidos al río...
Una noche un londinense noctámbulo vio como entre la penumbra se le acercaba un pequeño animalillo hasta donde él estaba sentado en un parque. Por su tamaño y forma dedujo que se trataba de una ardilla y le echó comida. Durante varias jornadas acudió al parque porque tenía una duda que le asaltaba la cabeza y quería confirmarla. Todas las noches le echaba miguitas y todas ellas el animalillo se acercaba y comía a su vera. El Inglés estaba eufórico porque se había fijado en que tenía la cola calva y no con la generosa mata de pelo que estaba acostumbrado a ver en esos bichillos, así que convenció a un amigo suyo biólogo para que le acompañase y verificara su descubrimiento: el primer espécimen conocido de “ardilla de cola calva”. El amigo se sentó a su lado en el banco y juntos esperaron a que se hiciera de noche y la ardilla viniera a comer. Cuando finalmente apareció el biólogo abrió sus ojos incrédulo al verla y algo asqueado le dijo a su amigo:
-Eso no es una ardilla, es una rata.
(Parafraseando al fabulador Samaniego:) Como estos hay muchos que parecen políticos y sólo son ratas.
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